Cuando tenia 7 años mi papá me llevó a conocer el nuevo estadio de su equipo. Tomamos una micro que nos dejó en un lugar donde había prácticamente nada, caminamos una subida de varios kilómetros y llegamos a lo que sería San Carlos. El estadio de cemento estaba listo, máquinas en la cancha aplanando el piso de tierra para poner el pasto y muchos trabajadores en el lugar. Estando parados en la galería sur (Lepe hoy) aparece Don Alfonso Sweet y nos pregunta que estamos haciendo ahí, a lo que mi viejo le responde: “conociendo el estadio Don Alfonso”. Nos mira, sonríe y nos dice: “Están en su casa”. Desde ese día me enamoré de ese estadio y de esos colores. 

Con el tiempo el estadio se inauguró y estuvimos ahí. Tenía un marcador de goles que cada vez que se hacía un gol sacaban un candado, una persona abría y cambiaba el número. Con los años vi muchas cosas que marcaron mi vida ahí: Mario Lepe y su resiliencia, El Beto y el Pipo, El Cadi Lunari, esa libertadores del 93 que el Nacho Prieto y su equipo estuvieron a punto de tocar… el funeral del Mumito, toda la campaña del 97 que iba a terminar en el Nacional porque no podíamos ser locales en San Carlos, la inauguración del marcador electrónico el 94 contra Cobreloa cuando el viejo marcador parado en la mitad de la cancha se despidió de la gente a estadio lleno. La campaña de Juvenal con el Milo el 2005, el campeonato del bicentenario, los años tristes donde nada resultaba y la época actual, donde desde ese cabezazo del Chapita, todo parece salir bien.


Son tantos recuerdos que tengo y tanto mi amor por esto que siempre quise hacer algo desde mi profesión, el diseño, que pudiera quedar y ligarme para siempre con mi equipo. Por esas cosas de la vida me tocó diseñar los libros de los 75 y 80 años, un gran orgullo para mi. Pero claro eso era un proyecto laboral mandado por alguien, no algo que saliera de mi. Con los años eso se volvió a repetir. Tuve que hacer muchas veces gráficas para el marcador electrónico, los camarines, las pantallas del estadio, todo para marcas con las cuales he trabajado y seguía sin ser algo completamente “mío”.


Hace unos años, cuando el Huaso Álvarez y el Milo se retiraron, les hice estas ilustraciones a modo de regalo y homenaje. Después dibujé al Nico Castillo y a un par más. Pasaron los años, fui papá y un día viendo un partido con mi hijo Santiago volví a sentir la necesidad de hacer y de dejar algo. Me senté en mi computador y empecé a revisar el proyecto. Con el correr de los días ya había decidido darle vida y acá estamos, estrenando Los 52 de Oro de la historia de Los Cruzados que es lo que siempre quise hacer como diseñador, un objeto de colección para la gente que ama al mismo club que yo.

Esto es para ustedes pero principalmente para mi hijo Santiago, mi esposa Valentina, mi viejo Antonio y mi vieja Verena.

Nicolás Araya Sánchez.

 

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